El hombre siempre tiende a correr hacia el final. La desesperación por llegar a un destino es parte de su naturaleza egocentrista. El yo en su intensa presencia en el hombre lo lleva siempre a una meta, a un final, a una etapa que termine en algo. Por el simple hecho de satisfacer su ego y para no sentirse inseguro de comenzar de nuevo. Pero mientras todos corren en busca de señales de tiempos finales, Dios desea mostrar que aún falta mucho por hacer. Que la vid es mucha y que el obrero solo debe concentrarse en el trabajo que esta en frente. La jornada aun no termina y todos se preparan para algo que solo Dios sabe cuándo llegará.
Génesis 1:2 dice “Y la tierra estaba desordenada y vacía,”. El caos fue la primera materia que existía y sobre ella se movía el Espíritu de Dios. La verdad es que no existía nada dignó solo desorden y vaciedad. Aún cuando pudiese haber algo digno no existía luz para poder verlo, pero aún así Dios obró sobre las aguas, y la tierra antes de nacer fue bautizada, no hubo espacio de tierra que no quedo bautizado antes de ser. Este principio de caos representa cada alma que no conoce a Dios y que por tal vive en un desorden y un vacío constante. La separación es la etapa donde llega la transformación del Espíritu Santo sobre aquel que necesita nacer del agua y del Espíritu. El Dios que todos están buscando al final del libro, te está guiando al principio de su creación. A qué lleves el orden y llenes el vacío con el Cristo que te salvó. Usando tu testimonio como referencia.
A qué muevas las aguas y bautices el terreno que te fue dado, sino que fruto vas a mostrarle al padre. A qué levantes tus manos y clames por aquel que le hace falta conocimiento del altísimo. A qué muestres misericordia del que está a tu lado. A qué no te enfoques en lo que ha de venir. Y que te fijes en lo tienes ahora mismo delante de ti y a que hagas lo te falta por hacer, sin quitar la mirada del Dios que te envío.